O por qué su primer zapato parece más un andamio que un calzado
Venga, reconozcámoslo.
Todos, en algún momento, hemos caído en la trampa.
Esa trampa que viene con forma de zapatito pequeño, precioso, brillante, que parece sacado de un catálogo de Pinterest… pero que al niño no le deja mover ni un dedo del pie.
Porque sí, a día de hoy, seguimos metiendo a los niños en zapatos que ni nosotros querríamos usar. Y no lo hacemos con maldad, claro que no. Lo hacemos porque “es lo que toca”, “así se ha hecho siempre”, o porque la señora de la tienda nos mira raro si preguntamos por suela fina.
Así que vamos a repasar esos errores que se repiten más que el arroz con leche en casa de la abuela:
❌ 1. Elegir por estética (y no por funcionalidad)
Los ves.
Brillan.
Tienen lacitos, lucecitas, dibujitos… y claro, el niño no puede ni caminar, pero ya lleva un mini escaparate en los pies.
Spoiler: no necesita eso.
Necesita algo que le deje moverse, que no le apriete y que no lo convierta en una muñeca de porcelana.
❌ 2. Comprar una talla más “para que le duren”
Esto lo hacemos por lógica económica.
Lo que pasa es que la lógica del pie infantil va por otro lado.
Comprar una talla más para “que le duren” es como ponerle un casco de bici talla adulto:
no le va a proteger mejor, le va a molestar más.
Zapato grande = pie que baila dentro = dedos agarrándose como si fueran garras = pisada forzada = lío.
❌ 3. Pensar que el pie necesita sujeción
Otra clásica:
“Este tiene refuerzo atrás para sujetarle el tobillo”.
No.
El tobillo no se sujeta, se fortalece.
Y para fortalecerse, necesita moverse, no que lo envuelvan como si fuera un roscón de Reyes.
Ese contrafuerte que tanto venden como ventaja, es un corsé innecesario.
Déjale al pie hacer su trabajo, que para eso está.
❌ 4. Usar calzado “de marca” como garantía de salud
Sí, ya sabemos que cuestan 80€ y salen en los anuncios de la tele.
Pero eso no significa que sean respetuosos.
Hay deportivas de marca que pesan más que un bocata de mortadela.
Con cámaras de aire, gel, refuerzos, plantillas ergonómicas y suelas que parecen plataformas de los 2000.
¿Sabes qué necesita un pie infantil?
Ligereza. Flexibilidad. Suelo. Punto.
❌ 5. Creer que caminar descalzo es peligroso
Ay. El terror a la tierra.
Que si se va a resfriar, que si se va a torcer, que si se va a clavar algo…
Mira, lo único que va a pasar si camina descalzo en casa o en el césped, es que va a ganar estabilidad, va a aprender a usar los dedos, y su cuerpo va a empezar a comunicarse mejor con el entorno.
Caminar descalzo no es de hippies. Es de humanos.
Entonces, ¿qué hacemos?
No hay que complicarse.
Solo hay que cambiar el chip.
Buscar zapatos planos, flexibles, con horma ancha, sin contrafuertes ni artificios, y que no pesen más que el niño que los lleva.
Y si son bonitos, pues mejor. Pero si no, que le pongan dibujitos ellos.
Porque lo importante no es que los zapatos brillen.
Es que brillen sus pasos.